miércoles, 16 de noviembre de 2011

"Complicado esto de aprender a caminar" - relato desde la mirada de uno de los talleristas de los Nuevos Decimeros- -



"Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diezpasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar"

Eduardo Galeano


El viaje inicia en Medellín y después de unas ocho horas en bus se llega al municipio de Zaragoza, allá toca cruzar el rio Nechí en lancha y al momento de navegarlo, río abajo, se desembarca en un lugar llamado Cimarrón, desde ahí es necesario solicitar por celular un moto taxista de La 18.

La 18 es uno de los 39 cabildos indígenas Zenú del bajo cauca. El desplazamiento de estos indígenas desde el departamento de Córdoba pobló el territorio antioqueño de talentosos agricultores, pescadores y artesanos que al ser expulsados de su tierra optaron por retornar a la región ancestral del Zenufaná delimitada por los márgenes de los ríos Cauca y Nechí.
Cuando se convive con la realidad de los municipios del bajo cauca es difícil comprender cómo un territorio que alguna vez fue pacífico y fértil, de rica diversidad cultural, ancestral y natural, con el paso del tiempo se ha transformado en una extensa región marcada por la violencia.

El panorama sobre el pueblo Zenú y la naturaleza se torna desolador. La degradación de los suelos por el monocultivo, la sedimentación de los ríos por la minería y la pérdida paulatina de la biodiversidad por el tráfico ilegal de la flora y la fauna hacen de esta región un lugar cargado de utopías donde es necesario armar el rompecabezas de un país dividido por el olvido.
Según el historiador Orlando Fals Borda la cultura Zenú debió ser muy avanzada, si se juzga no sólo por los restos arqueológicos y la calidad de su cerámica y bella orfebrería, sino por los impresionantes canales de riego y pesca y camellones de siembra. No cabe duda que fueron y son muchos los alcances de esta gran cultura, hasta el punto de representar el patrimonio cultural de toda una nación con sus artesanías, en este caso, el sombrero fino vueltiao da muestra de ello.



La moto taxi se mete por una trocha y al cabo de siete minutos de viaje se llega a La 18. Es sencillo, no es ni aquí ni allá, así como no hay acueducto con agua potable, no hay escuela secundaria ni centros de salud. El abandono es evidente, las casas en su mayoría están construidas con tablas, latas de zinc y los techos de caña flecha refrescan los casi 35° del medio día. En las calles polvorientas los niños en calzoncillos juegan con botellas de plástico y algunos tienen unas protuberancias en sus estómagos provocadas quizás por la inanición.
Para llegar o salir de la comunidad es normal ser “entrevistados” por un grupo de hombres y mujeres uniformados y armados. Pero de eso ya se ha hablado mucho, nosotros lo sabíamos antes de ir, simplemente llegamos a ese lugar con el anhelo de encontrarnos un montón de belleza en medio del abandono.

Un grupo de quince jóvenes Zenú se montaron con nosotros en esta utopía. Por un momento desaprendieron a vivir de la mina, de la guerra y de la coca. Con cámara y bitácora de viaje en mano nos citábamos cada dos semanas en la sede del cabildo indígena. Nos alejamos de la guerra jugando, dibujamos mapas y con la realización de un noticiero cargado de buenas noticias demostramos quince maneras diferentes de ver el territorio.



El noticiero lo bautizaron NtN 18 y se convirtió en una escuela de jóvenes investigadores sociales, durante cada emisión dejaron por sentado las ganas de aprender a desaprender, nos enseñaron que los noticieros no sólo viven de malas noticias. Las historias pequeñas, las que son invisibles a nuestros ojos y oídos, resultan ser tan mágicas y cotidianas como la vida misma. La falta de agua, los brotes de varicela, los reinados de belleza escolares y la eliminación del equipo de fútbol son temas que se relacionan fácilmente con el día a día de todos nosotros.

Para evidenciar el proceso de formación audiovisual realizamos un documental como excusa, pero no uno sencillo, este fue un Road Movie (documental de viaje) Y digo que no es sencillo porque desplazarse entre Antioquia y Córdoba con un grupo de jóvenes que nunca han salido de su casa, en medio de la incertidumbre del conflicto y del temor de sus padres representa volverse adulto por un momento, de repente hay que asumir responsabilidades de esas que uno busca evadir constantemente. El documental lo llamamos "El viaje de Zenufaná a Finzenú" y tuvimos como objetivo conocer más sobre la cultura Zenú, retornando al encuentro de raíces, de historia e identidad.

El viaje y la estadía en el resguardo de San Andrés de Sotavento y Tuchín transcurrió sin inconvenientes, todos ocuparon su rol en la realización del documental, Camilo y Yuhandri fueron camarógrafos, José Luis se encargó de los equipos de audio, Yacedy, Jorge, Yudeima y Maira entrevistaron a importantes representantes de la cultura Zenú, y nosotros, los encargados de llevarlos hasta allá, nos sentíamos orgullosos de participar en un proyecto conformado de talentosos realizadores audiovisuales.

Luego de una extenuante semana de rodaje los chicos regresaron a La 18, llegaron a sus hogares después de todos esos días cargados de historias. Volvieron con la certeza de cumplir su labor, regresaron los Nuevos Decimeros convertidos en verdaderos contadores de historias.

A veces, al llegar a la 18 teníamos la percepción de estar en un lugar en el que no pasaba nada, tal vez porque sólo nos dedicamos a verlo desde adentro, tal vez perdíamos la vista en nada más que hermosos paisajes y en buenas noticias. Días antes de regresar a La 18 para estrenar el documental recibimos una llamada -Todavía no vengan la situación está difícil, Camilo está desaparecido – Tuvimos que enfrentar esto, nos encontrábamos a 270 km de distancia, impotentes, esperando que todo regresara a la normalidad.

Pasaron días de incertidumbre y angustia, hasta que encontramos un pequeño artículo en la prensa local, a Camilo junto con su padre y hermano los desaparecieron. Al parecer las sombras ganaron otra vez, volvieron a instaurar su régimen de miedo en La 18 y todo este sueño parecía desmoronarse. Los chicos de La 18 continuaban asustados, pero aún así, querían compartir con todos este viaje que los alejó del conflicto por un momento.

Muchas veces en medio de la impotencia por no poder ayudar a los chicos de La 18 pensaba que este cuento no valía la pena. Definitivamente no es así, hace unos días estrenamos el documental en Caucasia y comprendí que las cosas se hicieron bien, lo hicimos sin miedo y al menos me queda la mayor de las satisfacciones: aprendí a caminar sosteniendo mis brazos alrededor de muy buenos amigos.

Gracias miles a Camilo, Enaida, Yacedy, José Luis, Jorge, Maira, Yuandry, Arledys, Saudtih, Yudeima, Enadys, José Miguel, Yesenia, Esneider, Yoelis, Natalia, Juanda, Marta y Juliana por enseñarme a caminar.



Johan García